¿Te has visto atrapado en alguna relación que, a pesar de dañarte, no puedes dejar? ¿Has pasado del amor a la desesperación en escasas horas dejándote llevar por un huracán de emociones? ¿Has sentido que no eras tú, reaccionando de forma inaudita? ¿Has intentado reconvertir al otro en aquello que desearías?
Si tus respuestas son afirmativas, tus sospechas eran ciertas. La relación en la que estabas embaucado era tóxica.
Probablemente hayas aprendido de ella confeccionando un laborioso listado de lo que no quieres de ahora en adelante. Aún así, tener claro aquello que no deseas, no implica saber hacia dónde te diriges, ni mucho menos conocer las señales que te advertirán de que tus futuras relaciones conducen a buen puerto.
¿Quieres conocer los indicadores de las parejas sanas?
Índice

Sandra Ferrer Herranz psicóloga en Barcelona especializada en vínculos y relaciones interpersonales
Que la relación sea fácil
Cuando conocemos a alguien, compartimos con el otro nuestros códigos y nuestra concepción sobre el mundo. Puede que, de forma fluida, tu forma de ver las cosas se asemeje a la de tu compañero o, por el contrario, puede que, sin saber el porqué, habléis idiomas totalmente distintos.
Para que una relación funcione, los acuerdos, los planes y la reciprocidad deben de ser fáciles. Cuando para ti algo es A, para el otro también. Y cuando propones B, el otro entiende tu invitación como B. Es algo tan simple como que percibáis la realidad y la relación de forma similar a pesar de haberos encontrado por la calle y sin apenas saber el uno del otro.
Lo mismo ocurre con las amistades. En ocasiones, los intercambios comunicativos son fluidos y fáciles, lo que propicia que tengáis ganas de veros y que propongáis asiduamente planes o busquéis ese intercambio que os hace sentir conectados. Si en lugar de eso, cualquier gesto implica invertir una gran cantidad de energía y lo fácil y asequible se vuelve turbio y denso, mala señal.
Vuestra relación, aunque no imposible, si que augura dificultad en los tiernos inicios. El esfuerzo constante, más que una forma de romanticismo, podría tratarse más bien de una dificultad entre ambos.
Que se trate de una relación simétrica
Cualquier pareja sana se da en una relación simétrica. Se trata así de dos personas que se encuentran al mismo nivel y que se sitúan uno al lado del otro para compartir momentos o una vida.
Existen relaciones de naturaleza asimétrica y si intentáramos que fueran de otra manera, se convertirían en relaciones disfuncionales como sería el caso de un jefe y su empleado o de una madre y su hijo.
Cuando en una relación existe alguien que rescata al otro y el otro que se deja rescatar o uno que admira en exceso y el otro que sólo es admirado generando una gran distancia entre los roles, cuidado. Estos desniveles propician que esta relación de índole simétrica, se convierta justo en lo contrario, pudiendo generar lastimosas luchas de poder o impidiendo ese equilibrio que una pareja sana y estable requiere.
Que tengáis un mismo modo de vida
A pesar de que nos enseñaron que el amor puede con todo y que si alguien te ama, lo dejará todo por ti, existen matices. Más allá de lo que aparece en las películas, debe existir una complementariedad real entre estilos y proyectos de vida. Para hacerlo más ilustrativo, si mi objetivo de vida es cambiar de residencia varias veces al año sin contemplar la idea de tener descendencia y el de mi pareja consiste en permanecer en su pueblo natal hasta el fin de sus días rodeado de una gran familia numerosa, tenemos un problema.
La compatibilidad en vuestros formatos de vida debe de ser semejante, especialmente si aquello de lo que hablamos se trata de valores de base e inquebrantables en la vida de cada uno.
Que exista confianza y apertura
Si te han lastimado, existen altas probabilidades de que tu escudo protector impida que te dejes llevar en esa nueva relación que estás construyendo. Pero, inevitablemente, para que se dé una relación plena y sana, debe existir forzosamente esta apertura de la que hablo. La apertura implica exponerse al otro y, por lo tanto, correr el riesgo de ser dañado. A pesar de que hacerlo no implique garantías de que la relación funcione y que no resultes dañado, si que es un requisito fundamental para que tenga lugar esa relación exitosa que desearías.
Que conservéis vuestro espacio individual
En la fase de enamoramiento, es frecuente que las ganas nos superen e invirtamos una gran cantidad de tiempo en la otra persona. Pero recuerda que, a pesar de los pesares, las medias naranjas no existen. Si así fuera, necesitaríamos estar siempre vinculados a alguien y usar a esa persona como muleta para no caer ya que, una mitad requiere de otra para ser completada. Imagina que eres una naranja completa y encuentras a otra naranja a la que escoges de entre todas las que has conocido.
En ese caso, al uniros, en lugar de sumar 2 como muchos creen, sumaríais 3: el TÚ, el YO y el NOSOTROS. Sólo con estas tres entidades, vas a forjar una relación fuerte y sana, que permita que en lugar de necesitar al otro, lo escojas.
Que os aceptéis
Te gustaría que esa persona fuera más dinámica, ambiciosa, deportista o que se llevara mejor con tus amistades. Pero en nuestros intentos, siempre fallidos, de restaurar al otro, generamos grandes conflictos en la pareja. Por lastimoso que parezca, conforme vamos conociendo a la otra persona, tenemos dos opciones: o quedarnos o irnos.
Nadie ha venido a este mundo para satisfacernos. Y a pesar de que hay aspectos moldeables, a menudo, nuestras dificultades por renunciar al otro provocan que nos empeñemos en cambiar aquello que lleva de serie. ¿Tu responsabilidad ahora? Aceptar o renunciar.
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