El suicidio era un tema tabú, y puede que todavía lo sea. Algo de lo que “no hay vuelta atrás” y que muchas personas, organismos y medios de comunicación todavía prefieren no hablar y evitarlo. Por el posible efecto llamada o por cualquier otro motivo.
Estadística tras estadística vemos cifras demoledoras, y no estamos hablando de números sino de personas. Cifras como las del avance de los datos publicados por el Observatorio del suicidio en España en 2021. Datos que hacen que nos parezcan insuficientes las medidas adoptadas por el gobierno y las diferentes administraciones, especialmente tras la pandemia, confinamientos, crisis y demás.
Aunque el gobierno de España anunciase un plan de acción para la Salud Mental dotado con 100 millones de euros y con un teléfono activo las 24 horas para la prevención de los suicidios, el 024, son muchísimos los especialistas en psiquiatría, psicología y otras áreas de salud, los que nos alertan de la gravedad de la falta de recursos y medios de la sanidad pública.
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Así como de la falta de una correcta difusión en los medios de comunicación respecto a la prevención del suicidio. Por todo ello, hemos visto de publicar este artículo tratando de aportar nuestra pequeña ayuda.
Para lo que deberemos de contar con la ayuda de profesionales especialistas en salud mental como los que te presentamos a continuación, llamar al teléfono de la esperanza 717 003 717, al teléfono 112 de Emergencias, o al nuevo teléfono 024 prevención del suicidio (cuando esté operativo), preguntando en nuestros centros de salud y hospitales, etc.
Recomendaciones que puedes ver ampliadas en el siguiente artículo, que contempla el abordaje de distintos puntos por cada especialista y que iremos ampliando con las aportaciones de otros especialistas en salud mental más adelante.
En el equipo de Mujer y Salud estamos totalmente convencidos de que ahora es más necesario que nunca abordarlo con profesionalidad, y creemos que “No hablar del suicidio si quita vidas. Hablar del suicidio las salva”, también que “Hablar de suicidio ayuda a prevenirlo”.


Te dejamos ya con las aportaciones de los diferentes especialistas en salud mental que puedes ver tras su fotografía y descripción a continuación. Además de los extractos de datos de los diferentes informes del Observatorio del Suicidio en España de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio datos que puedes ampliar en sus informes anuales y página web visitando este enlace.

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Dra. María Robles Martínez. Psiquiatra en Barcelona. Especialista en adicciones, patología dual, trastornos de ansiedad y depresión.
El pasado 10 de septiembre se celebró el día mundial para la prevención del suicidio y el 10 de octubre el día de la salud mental. Como vemos, cada vez se le está dando más importancia a la salud mental, debido a la concienciación de la población de que la salud mental forma parte de la salud y hemos de cuidarla y protegerla al igual que la física.
Una de las peores consecuencias de una mala salud mental, es el suicidio; es decir, llegar al extremo de quitarse la propia vida.
La Organización Mundial de la Salud publica que cada año se suicidan alrededor de 700.000 personas en todo el mundo. Una de cada 100 muertes en todo el mundo es por suicidio. En España, en 2021 han fallecido por suicidio 4.003 personas; con una media de unas 11 personas al día.
Suicidio en España
Este número se ha incrementado en 62 personas más que en 2020 (Instituto Nacional de Estadística), que a su vez se incrementó en 270 personas respecto a 2019. Estos datos se van incrementando en los últimos años, lo que indica que, cada vez, tenemos una peor salud mental.
La mayoría de las personas fallecidas en España por suicidio tenían entre 30-39 años y el suicidio es ya la en los adolescentes la segunda causa de muerte después de los tumores. En 2020 se duplicó la tasa de suicidios en adolescentes y niños menores de 14 años.
Estos datos solamente hablan de los suicidios consumados, es decir de aquellas personas que atentan contra su vida y consiguen quitarse la vida; pero por cada suicidio consumado, se cometen muchos más intentos de suicidio que, afortunadamente, no son efectivos para las personas y se recuperan de las lesiones que se han hecho.

¿Qué personas intentan suicidarse?
Si buscamos un perfil de las personas que más se suicidan o que más riesgo tienen de hacerlo, serían los varones de mediana edad que no tienen pareja actual (sobre todo viudos o divorciados) y que han tenido recientemente una pérdida de un familiar o del estatus socio-económico.
Pero esto no quiere decir nada, también las mujeres, los adolescentes y los niños intentan quitarse la vida.
Por ello hemos de estar alerta a los signos o síntomas que podrían indicarnos que una persona podría estar pensando en quitarse la vida.


Para realizar un intento de suicidio hay que estar en un momento de gran vulnerabilidad y fragilidad emocional, sin ser capaz de ver las cosas buenas que aún quedan alrededor y también sin ser conscientes de las consecuencias que tendrán sus acciones (tanto para ellos como para sus allegados).
Por eso hemos de apoyar a la persona, prestarle el soporte y el acompañamiento necesario para que pueda mejorar anímicamente. Además del tratamiento especializado para ello.
No hemos de pensar que es un toque de atención a la familia, sino explorar cuál es la situación actual de la persona a nivel mental, social, laboral y familiar, para poder tener una visión global de las circunstancias de vida y poder establecer un plan de soporte y ayuda.
Motivos y causas de suicidio
Los motivos más frecuentes para que una persona intente atentar contra su vida son: sufrir una depresión o un trastorno psicótico, sufrir una enfermedad invalidante que lleve consigo una pérdida de la calidad de vida y de la capacidad de autocuidado, sufrir estrés postraumático, estar bajo los efectos del alcohol u otras drogas, personalidad impulsiva, inestabilidad emocional, problemas económicos, duelos no resueltos, miedo a las consecuencias de alguna acción, miedo a fracasar, ser víctima de acoso o abuso (sexual, físico, psicológico…), sentimientos de soledad o de fracaso, de falta de un proyecto vital…
Con la pandemia ha habido un empeoramiento generalizado de la salud mental, lo vemos día a día en las consultas.
Y este empeoramiento ha tenido consecuencias graves como el incremento de las tentativas de suicidio y suicidios consumados.
En septiembre de 2021 el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid alertó del incremento del 250% de las tentativas y suicidios en población infanto-juvenil, y pese a no haber estadísticas oficiales de la pandemia en población adulta, también se ha notado en la práctica clínica habitual el incremento de la depresión y de los intentos de suicidio.
Una de las situaciones más prevalentes, es el suicidio consumado en los pacientes que están sufriendo una depresión.

La Organización Mundial de la Salud estima que la depresión es la principal causa de discapacidad hoy en día a nivel mundial, por ello las personas que sufren depresión son, habitualmente, las que podrían estar más en riesgo de presentar ideación autolítica y, por ello, cometer un acto suicida.
Ideación autolítica, pensamientos suicidas
Podríamos decir que la ideación autolítica es un conjunto de pensamientos que giran en torno a quitarse la vida o a hacerse daño. No es lo mismo presentar ideas sobre el sentido de la vida, sobre nuestro papel o nuestro legado en este mundo, sobre si la muerte nos haría dejar de sufrir o de preocuparnos… a presentar ideas constantes de hacerse daño o de quitarse la vida para dejar de sufrir o porque no se ve un futuro mejor.
Cuando una persona presenta ideación autolítica de manera persistente, tiene mucho riesgo de pasar a realizar un acto suicida, debido a que cada vez la angustia es mayor.
Llega un momento en el que la depresión toma el control de la mente y de los pensamientos, y todos los pensamientos son negativos y catastrofistas, pudiendo aparecer ideas delirantes de culpa o de ruina, y en ese momento las ideas de muerte se hacen presentes de manera reiterada y nos encontramos en un momento crítico en el que la persona precisa de ayuda inmediata. No hace falta que aparezcan estas ideas de culpa o de ruina para que aparezca la ideación autolítica, esto sería un ejemplo.
Cuando todos los pensamientos son negativos, se empieza a perder el sentido de vivir y se cree que uno no tiene los recursos suficientes como para hacer frente a las adversidades, o para salir de la depresión que está sufriendo.
La persona empieza a sentirse nerviosa, angustiada, a no comer, a no dormir, a presentar molestias corporales… y en ese momento se empieza a plantear la posibilidad de que el dolor físico sea más llevadero que el dolor real.

Pero en otras ocasiones los intentos de suicidio se realizan sin previo aviso, dejando perplejos a sus allegados, que no entienden cómo se ha llegado a esta situación.
Aunque lo más frecuente es que la persona haya dado algunos avisos previos: aislamiento social, cambios de conducta, mover papeles en sanidad o testamento, preocupaciones excesivas, estar irritable con todos los que le rodean, despedirse de personas allegadas, regalar pertenencias, hablar sobre la muerte, hacer un balance vital, hablar sobre el suicidio, acumular pastillas en el domicilio, comprar un arma…
En niños y adolescentes las señales pueden ser diferentes: abandono de actividades extraescolares, evasión de los estudios, tristeza generalizada, ser víctima de acoso en el colegio, no tener amigos, consumo de tóxicos…
Es importante tener en cuenta que estos síntomas o señales varían de una persona a otra, y más aún de una cultura a otra, por eso no se puede generalizar ya que hay personas que dejan entrever sus intenciones, pero otras personas son más herméticas y no explican sus pensamientos a nadie.
Si se detectan estos síntomas, la recomendación es hablar con la persona y acudir a un profesional de la salud mental para que haga una evaluación de la persona. Si una persona se hace daño a sí misma expresando ideas de muerte o de acabar con todo, también ha de ser valorado por un profesional, no hace falta que las lesiones sean graves o llamativas.
No se han de considerar los intentos de suicidio como una llamada de atención para que los familiares y allegados estén más pendientes de la persona, sino como una muestra de sufrimiento de la persona, que está pasando por un momento crítico en el que no sabe cómo salir, se siente perdido y, a menudo, no encuentra salida ni apoyo en nada.
No debemos castigar a la persona que realiza un intento de suicidio, ni minimizar el impacto que este tiene, sino que hay que darle la importancia que requiere un hecho así. Se ha de hablar y no convertirlo en un tema tabú, pues la comunicación es clave para poder entenderse.
La persona que realiza un intento de suicidio debe encontrar un espacio donde pueda abrirse y explicar las cosas que siente y que tiene dentro de sí mismo, para poder ayudarle a ver las cosas como realmente son, y no como la persona las ve de negativas.
Cuando pensamos todo el rato en negativo, no vemos salidas ni soluciones, y se nos pasan cosas por alto que en otras ocasiones podrían haber sido oportunidades para poder encontrar una salida.
La mayoría de las personas que deciden quitarse la vida, habían hablado de ello con allegados o con su médico en el último mes, por ello, cuando una persona hable sobre el suicidio, explique un plan para suicidarse o tenga conversaciones frecuentes sobre la muerte: hemos de hablar sobre ello.
Si no lo hablamos, no va a desaparecer esa ideación, sino que se mantiene en los pensamientos y al no poder expresarlo y liberar la angustia que producen esos pensamientos, es probable que vaya a más.
Por eso es fundamental el diálogo, el acompañamiento de la persona que está pasando por esta situación. Y, sobre todo, poder consultar con un profesional que valore a la persona para establecer un plan de contención y tratamiento individualizado.

Ideación suicida
Edwin Schneidman, Fundador de la Asociación Americana de Suicidología, dice que “el suicidio es una solución permanente a un problema temporal”.
El suicidio puede aparecer como una opción cuando la persona se ve superada en sus propios recursos y capacidades de afrontamiento, no siendo capaz de ver otra salida más que la de acabar con su vida.

Dr. David López Gómez. Psicoterapeuta y psiquiatra en Madrid. Director y fundador de mente A mente
Decimos, por tanto, que el suicidio es una solución radical al sufrimiento psicológico intolerable.
En las personas con ideación suicida suelen aparecer dos pensamientos distorsionados:
1. El sufrimiento va a ser eterno.
2. Piensan que sus seres cercanos podrán superar fácilmente su pérdida o que, incluso, vivirán su muerte con alivio.
El sufrimiento es inherente al ser humano. Todos hemos experimentado cómo el paso del tiempo nos ofrece soluciones a problemas que veíamos irresolubles o, al menos, nos ayuda a relativizar. Mirando atrás, seguro que recordamos situaciones que nos parecieron insuperables (como la perdida de un ser querido); sin embargo, hemos sido capaces de resignificarlas e integrarlas en nuestra vida.
El suicidio no alivia el sufrimiento a nadie. Las personas que quedan atrás, ya sean padres, hijos, hermanos o amigos quedan muy dañadas.
La muerte es algo que nos cuesta superar a todos, más cuando es inesperada, violenta y autoinfligida. La constelación de emociones que aparecen es indescriptible. El dolor en esas personas persiste largo tiempo y puede, en muchos casos, cambiar su vida. El suicidio no alivia el sufrimiento a nadie.
La ausencia de esperanza hace a estas personas creer que no dejarán de sufrir nunca, que hacen sufrir a sus familiares y que lo mejor para todos es que desaparezcan.
La desesperanza es un síntoma cardinal de la depresión y aparece en muchas enfermedades mentales (adicciones, esquizofrenia, trastorno bipolar, trastornos de personalidad, crisis de pánico, etc.).
La desesperanza es un síntoma que se puede tratar y que mejora, tanto hablando con un profesional (psicoterapia) como con medicamentos que traten la enfermedad subyacente.
Terminología:
- Suicidio consumado: muerte autoinfligida con evidencia de que la persona tenía intención de morir.
- Tentativa suicida: autolesión con un resultado no fatal acompañado de la evidencia de que la persona tenía intención de morir.
- Ideación suicida: pensamiento del sujeto de provocar su propia muerte.
- Conducta suicida: conjunto de los tres términos anteriores

La ideación suicida debe diferenciarse de las fobias de impulsión, en donde el sujeto presenta la idea obsesiva de que puede hacerse daño a sí mismo o a otras personas sin tener intención alguna de hacerse o hacerles daño.
La diferencia entre la ideación suicida y las fobias de impulsión es que, en la primera, la persona tiene intención de provocar su propia muerte; mientras que, en la segunda, la persona se asusta de lo que ha podido llegar a pensar y tiene miedo de perder el control y llegar a hacerse daño algún día.
Factores de riesgo y de protección del suicidio
Los factores de riesgo y de protección nos ayudan a predecir las probabilidades de que una persona pueda presentar conducta suicida. Esta probabilidad será mayor en aquellas personas que tengan más factores de riesgo y menos factores de protección. Ahora bien, puede haber personas sin factores de riesgo que intenten llevar a cabo un intento de suicidio.
Aunque se pueda creer que el suicidio responde a factores ambientales, se ha establecido que hasta un 43 % del riesgo suicida es atribuible a factores genéticos.
Estos factores genéticos están influenciados por la propia transmisión de las enfermedades mentales que predisponen al suicidio y por la transmisión de los rasgos de personalidad implicados en la conducta suicida, como son el neuroticismo, la extraversión, la agresividad y la impulsividad. Por último, se ha podido establecer que la presencia de un familiar de primer grado que falleció por suicidio multiplica por tres el riesgo de presentar conductas suicidas.
Respecto a las enfermedades mentales que predisponen al suicidio, la condición que más riesgo de suicidio entraña es el haber presentado anteriormente algún tipo de conducta suicida. Estas personas tienen hasta 38 veces más riesgo de morir por suicidio que alguien que no ha presentado conducta suicida en el pasado y que esté sana.
Después del antecedente de conducta suicida, los principales trastornos mentales que se relacionan con el suicidio son: el trastorno de conducta alimentaria, el trastorno bipolar, el trastorno depresivo mayor y las adicciones, en similar proporción. En general, se puede afirmar que la presencia de cualquier trastorno mental aumenta el riesgo de que aparezca conducta suicida.
Respecto a los factores ambientales, que suponen un 57 % del riesgo suicida, tenemos factores de protección y factores de riesgo suicidas.
Los factores de riesgo ambientales serían, en el caso de los jóvenes, la ausencia de estudios universitarios, el fracaso escolar y, en menor medida, un nivel socioeconómico bajo.
En los adultos, los principales factores de riesgo son el desempleo, los problemas económicos o de pareja (especialmente los varones que están viudos o separados) y una alta accesibilidad a armas de fuego o a medicación potencialmente letal.

Mientras que los factores ambientales de protección serían: una red sociofamiliar adecuada, tener accesibilidad a dispositivos de salud, convivencia en pareja o con hijos a su cargo, la maternidad y el embarazo, así como la participación de alguna manera en la sociedad.
También contamos con factores de protección individuales frente al suicidio. Las personas que tienen actitudes y valores contra el suicidio (como algunas creencias religiosas) van a valorar la vida por encima de todo y tienen menos riesgo de cometer suicidio, aunque puedan llegar a presentar igualmente ideas de suicidio.
Las personas con habilidades sociales y de afrontamiento, buena capacidad para resolver problemas, con alta autoestima y que saben manejar su propia ira e impulsividad van a tener unos rasgos que les protegen de la conducta suicida.
Prevención del suicidio
Hay muchas estrategias que se pueden poner en práctica para prevenir el suicidio.
En primer lugar, posiblemente podríamos mejorar la dotación de personal de los equipos de salud mental para poder reducir las listas de espera y ofrecer consultas de revisión en plazos más cortos.
Otra estrategia sería la de formar a los médicos de atención primaria en la detección de la conducta suicida, así como establecer protocolos de actuación. Esta formación debería estar acompañada de un incremento del tiempo de consulta por paciente para poder llevar a cabo tanto las evaluaciones como las intervenciones.
Esta estrategia es de las más importantes, ya que en un estudio se pudo comprobar que el 83% de las personas que se suicidaron habían consultado en el año previo con su médico de cabecera, de entre las cuales dos de cada tres habían consultado en el mes previo.

Es muy probable que muchas de estas muertes se hubieran podido evitar con un buen programa de detección y dotando a los profesionales de tiempo suficiente para realizar las evaluaciones e intervenciones necesarias.
Respecto a la prevención del suicidio en adolescentes es fundamental formar a los docentes de los centros escolares en la detección y manejo de la ideación suicida. Campañas centradas no solo en los profesores, sino en los alumnos y sus familias ayudan a desestigmatizar y favorecer la rápida detección e intervención.
Hay alternativas al suicidio
No cabe duda que la alternativa al suicidio es la vida, pero quien se plantea el suicidio es porque, lamentablemente, no quiere continuar con su vida.
Los estudios epidemiológicos nos dicen que la mayoría de las personas que se suicidan o intentan hacerlo presentan alguna enfermedad mental.
A diario, los especialistas en salud mental vemos como al tratar la enfermedad mental, la visión del mundo de esa persona cambia y abandona la idea del suicidio aferrándose a la vida. Estamos seguros de que la enfermedad mental afecta (y mucho) a la forma de ver la vida que tenemos las personas.
La enfermedad nos hace ver la vida desde un prisma mucho más pesimista y nos limita mucho nuestras capacidades de afrontamiento. A diario vemos personas que, tras recibir nuestra ayuda, logran ver su situación desde una perspectiva más alejada del problema y se empoderan para enfrentarlo buscando la mejor solución posible.
Mitos sobre la ideación suicida
El principal mito del suicidio es la creencia de que preguntar a una persona si tiene ideas de hacerse daño va a inducir una conducta suicida. Este es uno de los mitos que más daño ha hecho.
No solo no es cierto, sino que está demostrado que preguntar y hablar sobre las ideas de suicidio ayudan a la persona a disminuir su angustia y a sentirse valorada y reconocida.
Se recomienda en estos casos permitir a la persona expresarse sin juzgarla, no minimizar ni cuestionar sus ideas, por muy en desacuerdo que estemos.
Otro mito es creer que la persona que se va a suicidar nunca lo diría y que quien dice que se va suicidar nunca lo va a hacer.
Sabemos que la mayor parte de las personas que se suicidan habían expresado sus propósitos o habían dejado entrever sus intenciones, muchos incluso con amenazas o gestos autolesivos.
No debemos restar importancia a las verbalizaciones suicidas de una persona ni considerarlas una amenaza o un chantaje; mucho menos, debemos retar a la persona a hacerlo.
Por último, el mito de que las personas jóvenes, los adolescentes o los niños no se suicidan.
Aunque desde la perspectiva de un adulto la causa que lleva a un menor a pensar en el suicidio resulte trivial, lo cierto es que para ellos puede resultar un problema irresoluble del que no encuentran escapatoria.
Las ideas de suicidio en un menor deben tomarse con mucha seriedad.

Qué hacer si aparece un pensamiento suicida / Hablar del suicidio
Durante años se ha transmitido entre docentes, familias, medios de comunicación y en la sociedad en general que hablar del suicidio incita al suicidio.
¿En qué posición deja esta creencia a aquellas personas que presentan ideación suicida? Si su entorno evita hablar de ello o le resta importancia, la persona con ideas suicidas se va a sentir más aislada y va sufrir su pesar en soledad, aumentando el riesgo de consumar el suicidio.
Una de las mejores estrategias es hablar abiertamente de las preocupaciones que llevan a una persona a considerar el suicidio, ya sea con familiares, amigos o profesores, reduce la angustia de esa persona y hace que se sienta acompañada.
La red sociofamiliar que se crea en torno a la persona, le protege de cometer suicidio. Además, facilita la búsqueda de ayuda profesional en médicos de familia y especialistas en salud mental.
¿Por qué algunas personas se suicidan?

El suicidio es una tragedia global que, en general, ha sido ignorado en todo el mundo, bajo la creencia en parte de que lo que no se nombra no existe.
Sin embargo, en muchos países, las tentativas de suicidio son una de las principales causas de ingreso hospitalario urgente, sobre todo de gente joven.
Desgraciadamente el número de suicidios tampoco debe tomarse a la ligera, y es que en 2020 hubo casi 4000 suicidios en España. Esto quiere decir que, de media, 11 personas se suicidaron cada día.
Tampoco podemos olvidar que, además del propio dolor que puede llegar a experimentar la víctima, existe una cantidad incontable de familiares, amigos, compañer@s y cuidadores, cuyas vidas se ven sacudidas profundamente.
El suicidio sería la acción de quitarse la vida de forma intencionada y voluntaria.
La conducta suicida y el suicidio en sí, es resultado de muchos factores socioculturales complejos que ha estado presente en todas las épocas históricas y todas las sociedades.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1969, define el “acto suicida” como “todo hecho por el que un individuo se causa a sí mismo una lesión, cualquiera que sea el grado de intención letal y de conocimiento del verdadero móvil’.

Esmeralda Salinas Rodríguez psicóloga en Las Rozas (Madrid) especializada en ayudar a mujeres de todas las edades a liberarse de la ansiedad y la tristeza, además de descubrir y activar sus recursos internos.
Muchas personas que deciden acabar con su vida sufren algunas patologías muy vinculadas al suicidio. Los trastornos de ansiedad severos o sufrir una depresión mayor pueden ser algunas de ellas, ya que se caracterizan por elevados sentimientos de desesperanza, de sentir que «ya nada vale la pena» y que la situación no puede cambiar.
También hay otros factores que aumentan la probabilidad de manera exponencial como el abuso de drogas, el aislamiento social o alteraciones en el sueño entre otras.

Sin embargo, aunque presentar un problema de tipo emocional es el principal factor de riesgo, también hay personas que se plantean acabar con su vida por otros factores de tipo ambiental o social, como el bullying o estar condiciones económicas muy precarias, entre otros.
Algunas personas pueden llegar a ver el suicidio como un camino para liberarse del sufrimiento, una posible salida de los problemas o una vía de escape de la profunda desesperanza vital.
Por ello, no podemos olvidar que, en la mayoría de los casos, la tragedia del suicidio puede prevenirse, no solo desde los sistemas de salud pública sino desde la sociedad en su conjunto.
¿Cuáles son las fases del suicidio?
El suicidio es un problema ocasionado por múltiples factores que sigue un recorrido más o menos definido. Identificar cuáles son estas fases nos puede ayudar a detectar rápidamente y tomar medidas para prevenir que ocurra:
- Ideación suicida: son pensamientos de máxima desesperanza asociados a “vivir no vale la pena”. Pueden ser más o menos recurrentes.
- Amenaza suicida: Declaración consciente acerca del deseo de morir que puede ser o no manifestada directamente a otra persona o hacerse por escrito o a través de dibujos.
- Plan suicida o planteamiento sobre cómo poder quitarse la vida. Estructuración del cómo, cuándo y dónde, sin llegar a pasar al acto en sí, y con un propósito más o menos consciente.
- Tentativa suicida: Se trata de la expresión de conductual de quitarse la vida. Las tentativas de suicidio son un factor de predicción de suicidio que deben tenerse muy en cuenta, especialmente durante el primer año.
- Suicidio consumado: Acto de autodestrucción en donde la persona termina con su vida.
¿Qué hacer cuando tienes pensamientos suicidas?

La aparición de pensamientos suicidas es algo muy serio y a lo que debemos dar la atención que merece.
Por desgracia, está muy extendida la creencia de que quien amenaza con acabar con su vida lo hace como llamada de atención o que, a todo el mundo, en algún momento puntal de nuestras vidas, se nos ha pasado por la cabeza dicha salida y seguimos como si nada.
Hay que hay tener claro que, tanto si son pensamientos transitorios como si son más recurrentes, es necesario actuar y encontrar una respuesta eficaz.
Para ello, es importante contar con una red de apoyo, con profesionales especializados y con recursos sociales que pueden ayudar a salir de esa sensación de indefensión y vacío tan profundos.
Para hacer frente a los pensamientos suicidas nos serán de utilidad estas 5 ideas:
- Tener presente que no es lo mismo pensar que actuar: A pesar del sufrimiento que se puede llegar a experimentar, es necesario darse un tiempo de espera y tomar distancia entre los pensamientos y la acción. Recuerda que no hay fecha límite, ni nada ni nadie que te obligue o empuje a ello. Mientras tanto, se pueden hacer tareas que requieran toda la atención o que distraigan para dar tiempo a que pase el impulso.
- No consumir drogas: Los pensamientos suicidas pueden llegar a ser aún más potentes bajo los efectos del alcohol u otras drogas. Por lo tanto, si estos pensamientos te invaden, va a ser mucho más efectivo encontrar alivio hablando de ello con otras personas que puedan ayudarte.
- Evitar estar cerca de las cosas que se puedan utilizar para hacer daño en un momento de dolor excesivo (medicamentos, cuchillos, navajas o armas). Si esto no es posible, lo mejor es irse a un lugar seguro o estar en compañía de alguien conocedor de las circunstancias.
- Tener presente otros ejemplos de superación: Se puede también ganar fuerzas con el ejemplo de otras personas que pudieron salir del agujero y encontrar esperanza. Si la hubo para ell@s, un@ también puede encontrarla.
- Avisar a alguien del estado emocional en el que te encuentras y compartir tus pensamientos y emociones para que dejen de oprimirte. Puedes buscar la ayuda en personas cercanas que te quieren o en profesionales especializados, como un médico o psicólog@.
¿Cómo ayudar a alguien que se quiere suicidar?
Muchas veces podemos tener miedo a preguntar cuando existe la sospecha de que una persona esté desarrollando un pensamiento suicida por temor a darle ideas o que ese pensamiento se haga más fuerte.
Sin embargo, siempre que se tiene alguna sospecha de que alguna persona pueda estar teniendo este tipo de pensamiento es importante preguntarlo y tomarlo en serio.
Debemos asimismo mostrarnos abiert@s y receptiv@s, sin juzgar, ya que sólo él/ella sabe el sufrimiento por el que está pasando. Tampoco se debe discutir con la persona afectada ni tratar de convencerla.
Además de consultar inmediatamente con profesionales especializados, será también muy importante no dejar sola a la persona que se encuentra en dicha situación y alejarle de posibles fuentes de peligro.
Entretanto será recomendable llamar al 112, al teléfono de la esperanza (717.00.37.17) o acudir al hospital más cercano.
