

Ana Mª Montilla Fernández psicóloga en Mislata (Valencia) especialista en Psicología Clínica y Educativa
Comunicación en pareja
Comunicación: ¿Qué quiere decir?, ¿por qué quiere decirlo? y ¿cómo va a hacerlo?
Hemos estado viendo la importancia de la comunicación en la pareja y aunque queda claro que la comunicación es la vía de entendimiento entre dos personas, puede convertirse también en la forma por la que se creen conflictos o se crispen los nervios.
Si queremos que la comunicación cumpla una función positiva, es necesario tener en cuenta tres aspectos. Se trata de aprender a controlar estos elementos para hacerse entender mediante un diálogo amable y fluido.
- En Contenido: Qué va a decir.
- El Objetivo: Por qué va a decirlo.
- La Forma: Cómo va a decirlo.
Si no se tienen en cuenta, corremos el peligro de ser malinterpretados, de conseguir lo que deseamos sólo a medias o de no conseguirlo.
Vamos a ver un ejemplo: usted quiere plantearle a su pareja pasar un fin de semana en la playa. Vamos a valorar distintas posibilidades.
a) Primera forma:
CONTENIDO: Vayámonos este fin de semana a la playa.
OBJETIVO: Así nos relajaríamos y nos distraeríamos y los dos.
FORMA: Tono mimoso, suave, acariciando, invitando.
En esta primera forma, los tres aspectos son coherentes entre sí, y su pareja se sentirá cómoda escuchándole. Hay bastantes posibilidades de que lo consiga.
b) Segunda forma:
CONTENIDO: Nos vamos este fin de semana a la playa?
OBJETIVO: No sé, algo habrá que hacer.
FORMA: De forma perezosa, poco convincente, bostezando.
Con esta forma, la pareja se sentirá desconcertada. No ha sido coherente porque ha hecho una buena propuesta pero parece poco convencida. Su pareja puede sentirse incómoda pensando que es de compromiso o incluso que ignore la propuesta no dándole importancia.
Las parejas con problemas, gastan mucha energía en un diálogo que no lleva a ningún sitio, un diálogo que termina en discusiones frecuentes y donde es más importante demostrar quién tiene razón o echarse en cara.
«No sé qué pretendes conseguir, ahora que lo dices tú, si, pero cuando lo propongo yo no te parece bien. Vamos, déjame en paz», Esta podía ser un tipo de contestación el emisor ha sido incoherente, en la forma, en el contenido y en la intención de su mensaje.
Hablando del pasado, del presente o del futuro
Sería interesante que se pudiera medir el número de referencias al pasado que hacen las parejas en conflicto.
Estas referencias se hacen para recalcar más los aspectos negativos o para hacer comparaciones que siempre resultan odiosas:
«Me dijiste que lo harías, y mira sin cumplir»
«Cuando éramos novios, bien que me escuchabas o solo lo parecía?»
«Tu siempre prometiendo…»
La segunda norma básica que se debe recordar es: NO HABLAR DEL PASADO si es para sacar a colación aspectos negativos.
Resulta más efectivo plantear las cosas en el presente y dirigidas a un futuro inmediato.
El pasado no lo vamos a cambiar, por mucho que lo nombremos o lo critiquemos; pero sí podemos mejorar de hoy en adelante, y dedicar a ello toda nuestra energía.

Intentar ser específico
Ser concreto, decir las cosas precisas, es una de las normas principales de la comunicación.
Hacer comentarios como estos:
«No podemos continuar así»,
«Me gustaría ser más feliz»,
«Nuestros amigos sí que se llevan bien».
Estos comentarios generales, inespecíficos y dichos en tono de queja o de demanda bajan el estado de ánimo de cualquier persona que no sabe a qué atenerse, no sabe exactamente qué es lo que el otro desea y no sabe qué puede hacer para poder satisfacer a sus deseos. Estos comentarios son solo una crítica pero no dan alternativas ni aportan otras formas de hacer.
Un ejemplo de expresión concreta:
«El miércoles, a las cinco, hay una reunión en el colegio de Silvia para hablar del inicio de curso. Me gustaría que fuéramos los dos»
Cuando usted desee algo, primero tiene que pensar qué es exactamente lo que quiere y después plantearlo de forma concreta y objetiva.
También es recomendable, además de expresar el sentimiento, hacer una propuesta específica. No sería suficiente con decir «Me siento solo/a.» Aunque exprese un sentimiento, si no se hace una propuesta específica, probablemente las cosas no cambiarán.
«¿Qué te parece si ambos nos comprometemos a dejar lo que estemos haciendo y a las 9 de la noche, cenamos juntos y charlamos?».
Esta propuesta ayuda a conseguir el objetivo de estar juntos más tiempo y permiten a su pareja contestar específicamente si está o no de acuerdo. La comunicación específica ayuda a que haya cambios, a avanzar en la relación.
Existe la creencia de que cuando hay amor existe una comunicación que no necesita palabras: «Si me quiere realmente sabrías lo que deseo». Este tipo de creencias parten de una base falsa porque el amor no lleva implícito una buena comunicación pero sí que el amor se nutre de una buena comunicación.
Ser breve
En la comunicación debemos encontrar un equilibrio entre el hablar y el escuchar. Las personas que se repiten, que se recrean en lo que dicen caen en el error de deteriorar la capacidad de escucha del oyente, de cansarlo.
No favorece la relación el tener que escuchar con paciencia a una persona porque la persona que escucha tiene la sensación de ser tratada como un crio pequeño, por tanto, recuerde ser breve.
No utilizar palabras como «Nunca» o «Siempre»
Cuando se utilizan las expresiones nunca o siempre, se suele hacer en referencia a expresar quejas o críticas hacia la pareja, de ahí el potencial negativo que tienen. No se da lugar a ser flexibles ni a matizar.

«Siempre con lo mismo, ya vale.»
«Nunca te he pedido que lo hicieras.»
«Siempre te tienes que salir con la tuya.»
«Nunca me ayudadas.»
«Nunca me dices que me quieres.»
Si el objetivo principal es que la pareja haga algo o deje de hacerlo, al utilizar estas palabras, que son en un tono acusador, no facilitará que se produzca el cambio.
Para poder llegar a acuerdos que se produzcan cambios, resulta más adecuado utilizar expresiones como:
«Algunas veces…..»
«A veces…..»
«La mayoría de veces….»
«En alguna ocasión….»
De este modo, la otra persona se puede sentir correctamente valorada.

No realizar juicios de valor
Decir dentro de una conversación expresiones como por ejemplo:
«Deberías… », «Tú sabes muy bien que… », establece juicios de valor y producen en el otro un sentimiento de injusticia y rebeldía. Justamente se consigue la reacción contraria, que se ponga a la defensiva y cree malestar.
En una pareja se supone que el objetivo es compartir, enriquecerse, aprender, valorarse y divertirse juntos. Es importante la opinión de la pareja, pero si nos juzga, resulta perjudicial.
Los juicios de valor de tipo negativo hacen daño y hay que evitarlos.
También podemos hacer juicios de valor positivos, como por ejemplo: «Eres bueno», «Eres inteligente», «Tú sabes comportarte»,
Hay que tener en cuenta que no por ser positivos dejan de ser juicios de valor, y que deben ser utilizados con cuidado porque la otra persona puede pensar que nos reímos de ella o que lo estamos diciendo de forma sarcástica.
Ser flexible
Una característica de la madurez es la capacidad de flexibilidad, es decir, la capacidad de adaptación, la movilidad y la no-rigidez. Sumamente necesaria en todas las relaciones, sean o no de pareja.
El cambio constante es necesario para ayudar en las interacciones y en las nuevas necesidades de cada miembro de la pareja. Las rutinas cambian en función del momento evolutivo en el que se encuentra la pareja.
No es lo mismo tener hijos que no, estar bien el trabajo que no, las diferentes edades de los hijos piden cambios. La distribución de las tareas de casa también van cambiando, las demostraciones de afecto, el apoyo y el cariño van siendo diferentes según se encuentre cada uno.
Con el ritmo de vida que llevamos, la mayoría no sabemos encontrar el hueco para reflexionar sobre las necesidades del otro miembro de la pareja e incluso ni de uno mismo. Tampoco encontramos el tiempo para conversar y poder realizar los cambios que se necesiten.
Si nos aferramos a las costumbres, al trabajo y a las actividades de ocio paralelas (gimnasia, cursillos….) y no dedicamos tiempo a reflexionar y hablar, a veces conlleva más estrés que beneficio.
La investigación pone de manifiesto que alteraciones de la situación conyugal (enamoramiento, reconciliaciones, celos, separación, muerte del cónyuge….) producen más estrés que otros hechos aparentemente más catastróficos.
Pensamos que la relación de pareja funciona sola pero necesita de reflexión y cambios continuos. Y es aquí donde la flexibilidad se constituye en una herramienta útil. Pero la flexibilidad personal también es importante, estar abiertos a nuevas propuestas, tomar la iniciativa, valorar alternativas.
Tenemos que estar dispuestos a reconocer nuestros errores, admitir que nos hemos equivocado y reconocer el valor de las propuestas del otro.
Hay dos parámetros que miden una buena relación de pareja: la estabilidad y la satisfacción. La estabilidad se puede romper cuando la satisfacción es insuficiente.
Ser positivo
Si manifestamos nuestras opiniones de forma negativa podemos ofender a la otra persona al decirlo. Veamos algunos ejemplos:
«No me gusta cómo te has peinado.»
«Esto que has preparado está muy malo.»
«No me gusta que no vengas esta noche a casa.»
Aunque estas son formas comunes de expresarse y, probablemente, no piense que está haciendo daño a su pareja, sin embargo, puede crear tensión, tristeza u otras emociones negativas en el otro. Se puede decir lo mismo pero de forma distinta:
«Estás guapa, pero me gustas más cuando te haces cola.»
«Te ha salido la comida buena, pero un poco salada.»
«Me gustaría que esta noche vinieras a cenar a casa.»
Cuando decimos lo que nos gusta o nos gustaría, estamos dando una opinión sin ánimo de criticar, ni de molestar ni de culpabilizar. Se trata de una forma positiva de decir las cosas.
Comunicación – Escuchar sin interrumpir

Cuando las dos personas tienen muchas ganas de decir lo que sienten o lo que opinan se suele utilizar estas expresiones u otras parecidas.
«Si ya se lo quieres decir….»
«Ya sé lo que me vas a decir….»
«Pero escúchame… »
«Te puedes callar un momento….»
«¡Quieres hacer el favor de dejarme hablar!…»
Piensa que para ser escuchado hay que saber escuchar primero. No es el otro quien debe empezar a escuchar.
Empieza tú. Propóntelo y verás como si empiezas, ella/él acabará escuchando también.
Poner límites a la sinceridad
Existe la creencia de que en la pareja hay que decírselo todo, que tiene que ir la verdad por delante. Pero los estudios concluyen que las parejas en conflicto utilizan un lenguaje sin restricciones, es decir, se dicen lo que quieren y como quieren. Esto mismo no ocurre en las parejas que se llevan bien.
Algunos comentarios y algunas criticas no constructivas no aportan nada a la relación de pareja, aun siendo ciertos. Con la excusa de ser sinceros se dicen cosas que ofenden y dañan a la otra persona y no ofrecen solución al problema.
Si lo importante es que su pareja se sienta cómoda con usted y feliz con la relación, ¿qué sentido tiene repetir aspectos que sabemos pero que no se van a poder cambiar?
Por ejemplo, qué sentido tiene comentar que nos gustan hombres o mujeres con características físicas contrarias a ellos?
O ¿Es necesario recordarle que ya no tiene edad para hacer determinadas cosas? O ¿insistir en un rasgo de personalidad que nos molesta pero que no va a cambiar?
Resulta útil pensar, cuando hablamos, si lo que vamos a decir en voz alta, se lo diríamos a un amigo/a. Así nos puede servir de restricción o de cambiar la forma de decirlo.
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