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Las dos caras de la moneda: el dependiente y el codependiente
A menudo nos hablan de la dependencia emocional, una forma de apego excesivo y ansioso que impide que vivamos las relaciones de forma plena. Necesitamos del otro para completarnos, por lo que nos aferramos a él como quien lo hace a un clavo ardiendo.
Aunque solamos relacionar este término con el amor, existen verdaderas relaciones de dependencia en situaciones de lo más inesperadas: entre amigos, entre padres e hijos, ¡e incluso entre jefes y empleados!
Pero toda moneda tiene dos caras y si existe el perfil del dependiente, existe otro perfil que se complemente perfectamente con éste: el codependiente.
Síntomas frecuentes de la dependencia
¿Estás agotado de tanto dar?
¿Te cuesta decir “no”?
¿Todos buscan consuelo en ti?
¿Te sientes culpable si no se lo ofreces?
Haz un rápido repaso y averigua si aquello a lo que llamas mala suerte o casualidad proviene de ti.
Señales que apuntan a la codependencia
1. Mantienes relaciones en las que el otro te necesita
Al igual que el dependiente necesita de otra persona para sentirse arropado y seguro, el codependiente necesita precisamente a alguien a quien cuidar. Aquello que defines como altruismo y buena voluntad, no es más que pura necesidad de entregarte en tu totalidad a los demás ya que, erróneamente, es la manera que has aprendido para sentirse querido.
2. Te sueles relacionar con gente problemática
Para poder cumplir con el mandato, el codependiente suele mantener relaciones con personas con frecuentes altibajos, miedos y dificultades en sus relaciones.
¿Es casualidad que las personas más importantes de tu entorno sean personas que necesitan constantemente atención y consuelo?
Probablemente no. Pero si te relacionaras con gente sana y completa, ¿cómo saciarías tu necesidad?
3. Te das valor en base a lo que das, no a lo que eres
Si te pregunto cómo te describirías, ¿qué me responderías?
Puedes basarte en adjetivos que simplemente te describan: “Simpático, misterioso, cabezón, curioso, sensible y amante de los animales”.
Pero puede que enumeres un listado de “donaciones” que ofreces diariamente a quienes te rodean: “Doy buenos consejos, sé ponerme en el lugar de los demás, soy un buen amigo y se me da muy bien escuchar”.
El codependiente forja su autoestima en función de lo que ofrece a los demás: “Me siento aceptado cuando doy”. Pero cuidado, si en lugar de dar a los otros te encargas de tus necesidades, ¡tu valor está en riesgo!
4. Tu objetivo es salvar al otro
Cuando inicias una relación con alguien problemático, se convierte en un reto para ti lograr que esa persona venza sus miedos, ansiedad e inestabilidad emocional. El hecho de sentir que gracias a ti lo puede lograr, te llena de motivación y te predispone a luchar por aquello que nadie, ni esa persona siquiera, ha logrado jamás: “Quiero sacarle de allí”, “Necesito ayudarle”, “Si le apoyo lo podrá conseguir”. Pero tu misión en el mundo no es salvar a nadie y menos cuando ese salvamento implica tu propio naufragio.
5. El bienestar del otro puede llegar a resultarte una amenaza
Este es uno de los puntos más inconscientes y, por lo tanto, más complicados de reconocer. Aunque te quejes constantemente de la carga que te supone atender a los demás, el sentir que están bien y que no te necesitan pone en peligro la labor que da sentido a tu vida: cuidar de los otros.
Permite que sean ellos los que se hagan cargo de su malestar y libérate de esa carga, eres mucho más de lo que das.
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