Todo lo que debes saber sobre la dieta baja en FODMAPs

En los últimos años está creciendo el interés por conocer qué son y en qué alimentos se encuentran los FODMAPs, sobre todo en personas con trastornos funcionales digestivos como el síndrome del intestino irritable (SII), y en alteraciones en la microbiota intestinal o disbiosis como en el sobrecrecimiento bacteriano (SIBO) o de arqueas (IMO), ya que en un alto porcentaje de los casos son sin duda, los responsables de la sintomatología gastrointestinal. 

¿Qué son los fodmaps y porqué pueden producir sintomatología?

El término FODMAPs hace referencia a un grupo de hidratos de carbono que son altamente fermentables en el colon por la microbiota intestinal.

El acrónimo FODMAP fue definido por un grupo australiano en el año 2011 y significa “Fermentable Oligosaccharides, disaccharides, monosaccharides and polyols”; en español: oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables.

 

Oligosacáridos:

Los fructanos y galactanos son polímeros de fructosa y galactosa respectivamente. Ambos no pueden ser digeridos porque no tenemos las enzimas para hacerlo por lo que siempre llegan intactos a colon donde serán fermentados por las bacterias intestinales.

Por ello, son sustratos prebióticos excelentes, ya que alimentan directamente nuestra microbiota. En personas con hipersensibilidad visceral pueden llegar producir dolor e hinchazón abdominal.

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Los fructanos se encuentran en:

  • Verduras como el ajo, la cebolla, el puerro, la raíz de achicoria o la remolacha.
  • Cereales como el trigo, la cebada, el centeno y derivados, sobre todo sus versiones integrales.
  • Frutas desecadas como las pasas.
  • Frutos secos como los anacardos.
  • Suplementos de fibra con inulina.

Los galactanos se encuentran en:

  • Legumbres enteras (el tofu de lenteja o soja apenas tienen).
  • Verduras como los tallos del Brócoli y las crudíferas.
  • Frutos secos como los pistachos.
  • Productos manufacturados como helados, postres…
  • Suplementos de fibra infantiles.

Disacáridos:

La lactosa es un disacárido compuesto por galactosa y glucosa, y constituye el principal azúcar de la leche. En personas intolerantes a la lactosa, la presencia de este azúcar en el intestino produce síntomas y dolor abdominal ya que existe una deficiencia de la enzima lactasa, encargada de separar éste azúcar en galactosa y glucosa para que se puedan absorber. Por lo tanto, si esto no ocurre, la lactosa llega a colon, donde será metabolizada por las bacterias intestinales. 

 

La lactosa se encuentra en: 

  • Lácteos y derivados de vaca, oveja, búfala y cabra: leche, quesos (los curados tienen menor cantidad), yogures (en menor cantidad que la leche) y derivados lácteos tipo natillas, arroz con leche, batidos, etc…
  • Ultraprocesados como pizzas y bollería industrial.

Monosacáridos:

La fructosa es el monosacárido presente de forma natural en verduras, frutas y en la miel. También forma parte del disacárido sacarosa, el conocido azúcar de mesa.

Su absorción en el intestino delgado está disminuida cuando se consume en gran cantidad, lo que provoca sobresaturación del transportador que la introduce en las células intestinales (GLUT-5) o porque el transportador está dañado y no funciona correctamente.

La fructosa al no ser absorbida, llega al colon arrastrando gran cantidad de agua, donde será fermentada por las bacterias intestinales produciendo síntomas como diarrea explosiva. © Denis Pepin/Fotolia

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La fructosa se encuentra en:

  • Frutas de hueso (melocotón, albaricoque…), el melón, la sandía, el mango, la pera y la manzana.
  • Verduras como el puerro, alcachofa, crudíferas, cebolla, espárragos y setas.
  • Miel y jarabe alto en fructosa o sirope de maíz.
  • Legumbres como la soja o las alubias.
  • Frutas secos como orejones o dátiles.
  • Productos para diabéticos o light.
  • Productos ultraprocesados como zumos comerciales, caramelos o mermeladas.

La absorción de fructosa puede estar facilitada por la presencia de glucosa. Sin embargo, la presencia de fructanos y polioles dificulta su absorción y puede incrementar la sintomatología.

 

Polioles:

Son alcoholes derivados de azúcares. Los más conocidos son el sorbitol, el manitol, el maltitol, el xilitol y el eritritol. Tienen la peculiaridad de que solo se absorben en pequeña cantidad, por lo que la mayor parte de ellos llega al colon donde serán fermentados por la microbiota.

Si se consumen en gran cantidad, como en el caso de la fructosa, es muy común la aparición de síntomas gastrointestinales.
Los polioles se emplean con frecuencia en la industria por su escaso aporte energético y su gran capacidad edulcorante. 

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Los polioles se encuentran en:

  • Frutas como las de hueso, la manzana, la pera, las uvas, el aguacate, las moras y la sandía.
  • Verduras como las setas y la coliflor.
  • Frutas secas como las ciruelas.
  • Productos light y sin azúcares.
  • Edulcorantes E420, E421, E965 y E967.
  • Productos ultraprocesados como caramelos, chicles, salsas comerciales…
  • Pastas de dientes y colutorios.

La dieta baja en fodmaps

La dieta baja en FODMAPs es considerada una dieta terapéutica cuyo fin es disminuir la sintomatología. Consta de 3 fases bien diferenciadas:

En la primera fase del tratamiento se restringen los alimentos que tienen FODMAPS, es decir, los ricos en fructanos, galactanos, lactosa, fructosa y polioles.

Esta fase no debe durar más de 4-6 semanas. Incluso si la mejora es evidente, puede durar únicamente un par de semanas. Generalmente como coadyuvante, se suelen pautar suplementos de vitaminas y minerales para evitar carencias.

En la segunda fase del tratamiento se reintroducen los alimentos que previamente se han retirado. Es la fase más larga, ya que se han de probar diferentes alimentos (que contienen diferentes FODMAPs), en distintas cantidades y combinaciones hasta alcanzar la tolerancia máxima sin que existan molestias digestivas.

La finalidad de esta fase es detectar qué FODMAP y en qué cantidad y combinación, es el responsable de desencadenar los síntomas. Puede durar de 2 a 6 meses.

En la tercera fase del tratamiento, llamada también de mantenimiento, la alimentación es prácticamente normal, solo será necesario restringir aquel FODMAP (y aquellos alimentos) relacionado directamente con los síntomas.

Durante el tratamiento dietético es frecuente la toma de fármacos (pautados por el médico especialista) y probióticos.

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¿Qué pasa con el gluten? ¿También hay que eliminarlo?

El gluten no es un hidrato de carbono, por lo tanto no es un FODMAP. Es un complejo proteico compuesto por prolaminas y gluteninas. En principio no es necesario eliminarlo, ya que solo habrá que restringirlo cuando exista enfermedad celíaca, sensibilidad al gluten no celíaca o cuando se presente alguna enfermedad autoinmune como la tiroiditis de Hashimoto.

Los alimentos que tienen gluten y son bajos en fructanos, y que por lo tanto, estarían permitidos en esta dietoterapia son el pan de espelta de fermentación lenta y masa madre y el seitán de trigo.

Riesgos de la dieta baja en fodmaps

Riesgos de la dieta baja en fodmaps y la importancia de individualizar el tratamiento

La dieta baja en FODMAPs es una dietoterapia de restricción, por lo que si se mantiene a lo largo del tiempo sin supervisión de un dietista-nutricionista se pueden desarrollar carencias nutricionales, sobre todo de micronutrientes como vitaminas y minerales.

Además, al restringir determinados sustratos prebióticos, como los galactanos y fructanos, la flora intestinal puede empobrecerse en cuanto a cantidad y calidad de especies y cepas, y esto puede a largo plazo, desembocar en otros problemas no solo digestivos debido al crecimiento de bacterias patógenas, sino también extradigestivos como enfermedades autoinmunes, síndrome metabólico, migrañas y dolores musculares entre otros.

El éxito del tratamiento basado en una dieta baja en FODMAPs es la individualización del mismo en función de la situación y la historia clínica.

Asegurar cubrir las necesidades energéticas, proteicas y de micronutrientes es fundamental para no deteriorar el estado nutricional, además de proporcionar otros sustratos prebióticos para mantener el equilibrio de la microbiota durante el tratamiento. Por ello, el asesoramiento por parte de un dietista-nutricionista es imprescindible para fomentar la adherencia, dar herramientas para que la alimentación no sea monótona y prevenir posibles deficiencias nutricionales.

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