El cannabis proviene de la planta del cáñamo (Cannabis sativa); es una planta silvestre que crece en todo el mundo. Tradicionalmente se ha cultivado para producir tejidos y cuerdas, también se ha usado con fines medicinales y recreativos. Hasta existen pruebas de su utilización por el hombre desde hace más de 4.000 años.
Es la droga ilegal más consumida en todo el mundo. A pesar de que su cultivo y tráfico están penalizados en la mayoría de los países se estima que en 2018 hubo 192 millones de consumidores de cannabis, lo que corresponde al 3,9 % de la población mundial de entre 15 y 64 años (United Nations Office on Drugs and Crime [UNODC], 2020).

Dra. María Robles Martínez. Psiquiatra en Barcelona y online. Especialista en adicciones, patología dual, trastornos de ansiedad y depresión.
El cannabis en España
En España, la encuesta sobre alcohol y otras drogas (EDADES, 2020) publica que el 37,5 % de la población de 15 a 64 años ha consumido cannabis alguna vez; el 10,5 %, en el último año; el 8 %, en el último mes, y el 2,9 %, diariamente en el último mes. La media del consumo es de 2,9 porros al día.
En España, el cannabis es la droga ilegal más extendida, la que se consume a una edad más temprana y también la que más se prueba por primera vez (OEDA, 2020). El consumo de cannabis, junto con el de alcohol y tabaco, forma parte de los hábitos y estilos de vida de una proporción importante de los jóvenes españoles.
La baja percepción en los riesgos que conlleva su consumo y la enorme disponibilidad para conseguir esta sustancia, hacen que el cannabis se haya convertido en una droga de uso recreativo cuyo consumo es banalizado por los jóvenes y cuyo uso continuado puede llevar al abuso o a la dependencia.
La forma de consumo más habitual de cannabis en los países desarrollados es que exista un pico de consumo de cannabis hacia los 18-20 años (McGee y cols., 2000) y que posteriormente se abandone entre los 25 y los 30 años. Solo un 10 %, aproximadamente, de las personas que consumen cannabis en la juventud mantienen un consumo diario, transcurrida esta edad.
El inicio precoz del consumo de cannabis aumenta el riesgo de la presencia de problemas relacionados con su consumo, tanto en el ámbito escolar, como en el social, y de trastornos mentales.
Los factores relacionados con el inicio del consumo varían en función del sexo y de la edad.
En un estudio en estudiantes españoles se vio que los factores sociales como la influencia de los amigos ejercen el mismo efecto en chicos que en chicas, pero otros factores como el tipo de escuela, el rendimiento escolar o la situación familiar ejercen mayor influencia en las chicas (Guxens y cols., 2007).
Un factor muy importante a tener en cuenta en los consumidores de esta sustancia es que la marihuana se considera una «droga de inicio», cuya exposición temprana puede producir cambios a nivel de la maduración cerebral y puede potenciar la vulnerabilidad de la persona a las adicciones.
Sin embargo, la mayoría de las personas que consumen marihuana no pasan a consumir otras drogas más potentes.

¿Qué efectos inmediatos tiene el consumo de cannabis?
El consumo agudo de cannabis produce sensación de euforia o bienestar, relajación, aumento de la sociabilidad, potenciación de las percepciones sensoriales y aumento del apetito.
Pueden considerarse indeseables los efectos de sedación, afectación de la memoria, cambios en la percepción del paso del tiempo, empeoramiento del rendimiento psicomotor y de la coordinación motora, taquicardia, hipotensión postural, inyección conjuntival y ptosis palpebral.
Estos efectos se inician unos minutos después de fumar y una o dos horas tras la ingesta oral, y suelen tener una duración de 2-4 horas (Abanades y cols., 2005).
¿Qué efectos tiene el consumo de cannabis a medio-largo plazo a nivel mental?
El consumo de cannabis produce alteraciones a nivel del sistema nervioso central y de otros órganos y sistemas, y son estas de peor pronóstico cuando el inicio del consumo es más precoz. Nos centraremos en este artículo en las alteraciones que produce el consumo crónico de cannabis a nivel cognitivo.
El consumo de cannabis a diario y durante periodos prolongados puede producir deficiencias en la memoria, la atención, la capacidad psicomotora y otros trastornos mentales como ansiedad y depresión. El consumo de cannabis altera el rendimiento cognitivo y psicomotor por daños en el tejido cerebral (Watson y cols., 2000).
Los efectos son similares a los producidos por el alcohol y las pastillas ansiolíticas como las benzodiacepinas e incluyen enlentecimiento en la velocidad de reacción, incoordinación motora, alteración de la memoria a corto plazo, dificultades de concentración y afectación de la atención (Yucel y cols., 2008). Estos efectos son más evidentes cuando el consumo se produce en la adolescencia, que es el período de mayor maduración del cerebro (Ashtari y cols., 2009).
Estos efectos son dosis-dependientes y alteran la habilidad en el momento de conducir un vehículo o maquinaria pesada. El consumo de cannabis ha estado involucrado en accidentes de tráfico en España, Estados Unidos, Reino Unido y Australia. La afectación a nivel psicomotriz aumenta cuando se consume el cannabis junto con alcohol u otros sedantes como ansiolíticos (Jones y cols., 2008).
El consumo de cannabis en el periodo académico se asocia a peores calificaciones académicas, menor satisfacción con los estudios, actitudes negativas hacia la escuela, pobre rendimiento escolar, aumento del absentismo y mayor prevalencia de abandono de los estudios.
Cannabis y enfermedades mentales
Respecto a la relación entre el consumo de cannabis y las enfermedades mentales, los trastornos de ansiedad y afectivos son las complicaciones psiquiátricas más frecuentes asociadas al consumo de cannabis.
La sintomatología ansiosa suele asociarse a la intoxicación aguda y, en muchos casos, se desencadena por la presencia de ideas paranoides.
La prevalencia de aparición de sintomatología ansiosa puede llegar al 22 %, es dosis-dependiente y más frecuente en consumidores poco experimentados y en mujeres (Thomas, 1996).
Algunos estudios asocian el uso diario de cannabis a mujeres jóvenes con un riesgo de presentar ansiedad o depresión más de cinco veces mayor que en las no consumidoras, y se sugiere que el uso frecuente en adolescentes duplica el riesgo de aparición de ansiedad o depresión más tarde en la vida (Patton, 2002).

Entre los trastornos afectivos, el trastorno adaptativo con humor depresivo es el más frecuente (16 %), seguido por la depresión mayor (14 %) y la distimia (10,5 %) (Troisi y cols., 1998). Esta asociación se describe en personas que consumen cantidades elevadas de cannabis y desaparece cuando los consumos son poco frecuentes. No se puede descartar que la asociación entre cannabis y depresión sea también debida a factores sociales, familiares y ambientales.
El consumo de cannabis puede triplicar el riesgo de aparición de psicosis sobre todo en sujetos vulnerables. Los resultados muestran que el consumo frecuente de cannabis, sobre todo el consumo diario, y el consumo de cannabis de alta potencia (con altas concentraciones de tetrahidrocannabidiol THC) se asocian a un mayor riesgo de desarrollar psicosis.
Una de las consecuencias más importantes es que el cannabis es una droga y como tal se comporta por lo que su consumo continuado puede llevar al abuso o a la dependencia.
Adicción al cannabis: abuso y dependencia
El mayor factor determinante de su consumo es la capacidad del cannabis para producir placer o bienestar de manera inmediata. Por ellos el consumo continuado de cannabis puede llevar al patrón de consumo perjudicial (o abuso) y dependencia.
Se estima que entre el 7-10 % de los que han probado el cannabis tiene riesgo de desarrollar un trastorno de dependencia (Budney y cols., 2007). En un estudio sobre las características de pacientes dependientes de cannabis, se observó que la mayoría eran hombres (70%), fumadores de cannabis varias veces por semana, que acudían por quejas de pérdida de motivación (84%), sensaciones paranoides (78%) y problemas respiratorios (86%) (Copeland y cols., 2001).

Las manifestaciones iniciales de la adicción al cannabis consisten en abandono del grupo de amigos no consumidores, desinterés por actividades que no tengan relación directa con el consumo y preocupación por disponer de esta sustancia.
Cuando estas situaciones se acompañan además del uso compulsivo de la sustancia, se denomina ya patrón de dependencia.
El problema se detecta inicialmente por los familiares, profesores o amigos y el paciente no suele relacionar las alteraciones cognitivas con el consumo.
Los amigos no consumidores lo encuentran raro, deja de realizar actividades, se reducen los intereses, y es frecuente la preocupación por adquirir y consumir cannabis y la socialización en los lugares donde el consumo de cannabis es común.
Los familiares y amigos le pueden animar a solicitar tratamiento como resultado directo de la disminución de la atención en clase, problemas de confrontación con las reglas, disminución del rendimiento académico o problemas psiquiátricos añadidos.
En otras ocasiones, son los pacientes los que acuden a solicitar tratamiento después de algún fracaso escolar, laboral o por molestias físicas.
Síndrome de abstinencia del cannabis
El síndrome de abstinencia del cannabis es parecido al asociado a otras sustancias, principalmente el tabaco; se caracteriza por irritabilidad, agresividad, inquietud, nerviosismo, insomnio, ansiedad, disforia, anorexia, temblor, incremento de los reflejos osteotendinosos y signos vegetativos como sudoración, diarrea, cambios en la frecuencia cardíaca y en la tensión arterial que mejoran con el consumo de cannabis (Budney y cols., 2004).
La sintomatología es generalmente de intensidad leve. Este síndrome puede aparecer a las 24-48 horas de cesar el consumo de una dosis diaria de uno o dos porros (Budney y cols., 2004).
Respecto al tratamiento de la adicción al cannabis, habitualmente, los pacientes acuden a tratamiento tras presentar empeoramiento del rendimiento académico, social y físico.
El tratamiento de la adicción al cannabis debe de realizarse por profesionales adecuados, siendo muy importante el apoyo de un equipo multidisciplinar que incluya psiquiatras y psicólogos y que pueda hacer partícipe a la familia como parte del tratamiento. De esta manera se obtienen mejores resultados si todos van a la vez en la misma dirección.
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